En la actualidad tenemos disponibles diversas vacunas en todo el mundo, en búsqueda de obtener la inmunidad de grupo que nos permitirá combatir finalmente la pandemia causada por el SARS-CoV-2. Estas vacunas tienen diferentes métodos de diseño para alcanzar el mismo fin. Podemos definir tres métodos principales para diseñar una vacuna, los cuales se diferencian en torno a si utilizan el virus entero, solo fragmentos de éste, para provocar la respuesta inmune en nuestro organismo, o solamente el material genético que generará proteínas del virus con el mismo fin.
En el método en el que se utiliza el virus entero este tiene que ser inactivado o atenuado, para que produzca una reacción del sistema inmunitario, pero no se desarrolle la enfermedad. En esta tipología también podemos enmarcar las vacunas de vectores víricos. En el método en el que se utiliza solo una fracción del virus (denominadas subunidades genéticas) se utilizan fragmentos necesarios para activar la respuesta inmunitaria, y estos fragmentos suelen ser proteínas o hidratos de carbono. Por último, el método genético, o vacunas de ARN mensajero, utiliza una secuencia del material genéticos que dará instrucciones a nuestras células de forma que se fabriquen proteínas específicas del virus, el sistema inmunitario las reconozca y se genere un recuerdo para responder a ellas en el futuro.
Las vacunas son la herramienta necesaria para poder poner fin a la pandemia producida por la enfermedad de la Covid-29, cada día se desarrollan más y muchas de ellas están teniendo resultados muy positivos en este sentido. La disponibilidad de más de una vacuna eficaz y segura es la clave en este camino, el esfuerzo de investigadores y farmacéuticas en todo el mundo no puede convertirse en una competición, el número de vacunas disponibles debe ser suficientemente amplio para mantener la inmunidad de grupo en todo el mundo, dado que una sola empresa nunca podría abastecer todos los países por capacidad productiva, tiempo y recursos. Una pregunta recurrente en este sentido es, si hay más de una ¿cuál es la mejor vacuna?
Y la respuesta es simple, no hay vacunas mejores y peores, disponer de varias opciones con distintas especificidades permite administrar la más adecuada según individuo y situación, en búsqueda de una inmunidad de grupo que es la clave para terminar con la situación de riesgo mundial.
Se necesitan varias vacunas contra la covid-19 para que unas suplan las carencias de otras, y de esta manera poder hacer frente a factores como la estacionalidad, o la diversidad de las variantes geográficas, sanitarias y sociales.
Desde el comienzo de la etapa de vacunación contra la Covid-19, se tenía claro que las vacunas pueden prevenir la enfermedad grave por coronavirus, y así ha sido, puesto que los casos de hospitalización grave se han reducido notablemente, así como la mortalidad.
Lo que se desconocía y se continúa observando hasta el momento es si las vacunas podrían reducir la infección y la transmisión del virus. Si bien es claro que las vacunas actualmente disponibles no son ‘esterilizantes, es decir, no están impiden la replicación del virus, algunos estudios recientes aportan en este sentido datos muy positivos sobre la capacidad de las vacunas disponibles para también reducir la infección y la transmisión.
La vacunación en todo el mundo contra la Covid-19 avanza poco a poco, según datos extraídos de Our World in Data, se han administrado ya más de 458 millones de dosis en más de 150 países. Sin embargo, en cada región los organismos aprueban los medicamentos en diferentes tiempos, y no todos los territorios reciben todas las vacunas.
Casi todas las vacunas están mostrando ser capaces de generar una respuesta inmune adecuada frente a las variantes que han ido apareciendo. Sin embargo, existen excepciones, un estudio publicado en ‘New England Journal of Medicine’ mostros que la vacuna de AstraZeneca no funciona contra la variante sudafricana B.1.351.
No todas las vacunas disponibles y autorizadas hasta el momento tienen la misma respuesta para las diferentes variantes o cepas de las que se tiene conocimiento en la actualidad. La vacuna de Pfizer y BioNTech, por ejemplo, según afirma la farmacéutica que las desarrolla, ha demostrado ser efectiva contra la variante africana y la británica. Por su lado, la vacuna de Moderna también demostró ser efectiva contra la variante británica, según otro estudio publicado. ´
La investigación sobre las vacunas y sus relaciones con las diferentes variantes aún no están cerradas y no hay respuestas contundentes en este sentido, dado que la inmunología es muy compleja y el virus aún no ha sido lo suficientemente investigado para poder predecir su comportamiento con exactitud, por ello es fundamental continuar haciendo análisis serológicos exhaustivos para detectar y monitorizar la evolución de éste.
Las vacunas actúan en nuestro organismo desarrollando inmunidad contra al virus SARS-CoV-2, sin que para ello los individuos tengan que sufrir la enfermedad que produce (Covid-19). Sin embargo, la respuesta inmune que se genera no está todavía determinado el tiempo que dura a largo plazo, es decir, desconocemos la duración de la memoria de nuestro sistema inmunitario que producen estas vacunas. Para poder responder a estas y otras preguntas pendientes sobre la inmunidad al SARS-CoV-2 se están realizando en todo el mundo diversos estudios serológicos que permitirán conocer el grado de inmunidad de cada una de las vacunas y su duración en el tiempo.
Actualmente, ya se encuentran disponibles estudios que han evaluado la memoria de las células T y B a los 6 meses de la infección, en los que se ha mostrado como en el 90% de los casos se encontraros células de memoria (linfocitos T). En el caso de las células de memoria B también han sido evaluadas en diversos estudios 6 meses después y estás células de memoria específicas para la proteína de la espícula, RBD y nucleocápside fueron detectadas en los sujetos estudiados, además, aumentaron en el tiempo.
Sin embargo, es importante continuar realizando estudios en este sentido, sobre todo en torno a las diferentes vacunas administradas para poder determinar todas las respuestas pendientes en este sentido.
Las evidencias disponibles hasta el momento muestran que los resultados de las pruebas diagnósticas no dan falsos positivos tras la vacunación. Las vacunas disponibles, como hemos visto, de ARN mensajero, o de virus inactivos, y estos no entran por vías respiratorios, por lo que no son detectados por la mucosa que es lo que se usa como muestra en una PCR, por ejemplo. Por otro lado, las técnicas utilizadas en los test PCR están especialmente desarrolladas para que esto no ocurra.
En cuanto a los test de antígenos realizados con la misma muestra en mucosas, no hay motivos para pensar que pueda afectar a los resultados, por el mismo motivo, según lo que se ha observado hasta el momento no es posible que las proteínas que se crean con la vacuna pueda llegar a las vías respiratorias en una cantidad detectable.
La carga vira es la cantidad de virus que una persona infectada tiene en la sangre, lo cual es expresado por un número de partículas virales por cada mililitro de sangre. Aplicado al SARS-CoV-2, una carga viral superior está relacionada con implicaciones y síntomas más graves, y esta va reduciendo cuando va progresando la infección, lo que se puede utilizar para monitorizar y evaluar el avance de la enfermedad en los individuos.
Así, un estudio publicado en The Lancet mostró que los pacientes que tienen una alta carga viral de SARS-CoV-2 aumentan el riesgo de transmitir el virus del 12 al 24% y desarrollan la enfermedad sintomática con mayor frecuencia.