Desde que comenzó a extenderse el SARS-CoV-2 produciendo una pandemia mundial por la enfermedad que este provoca denominada Covid-19, se ha estudiado y aprendido mucho sobre este virus, científicos de todo el mundo ha dedicado esfuerzos infinitos para comprender la duración y efectos de la inmunidad contra esta enfermedad, y cada vez se avanza más en este descubrimiento, aunque aún quedan abiertas muchas incógnitas sobre las reacciones diversas del sistema inmunológico. Pero ¿Qué sabemos en este momento?
La inmunidad se produce cuando el organismo se protege de la infección de un patógeno externo, de forma que, tras verse expuesto a éste patógeno, ya sea de forma natural o por vacunación, nuestro sistema inmunitario actúa generando anticuerpos que nos defenderán de este en el futuro.
La primera respuesta de nuestro aparato inmunitario es la defensa innata contra la intrusión del propio virus en el momento de la infección (a corto plazo, para evitar su avance). La segunda respuesta es la que produce anticuerpos para eliminar el patógeno de nuestras células, y protegernos de futuras infecciones (produciendo células T y B de memoria).
La defensa contra los organismos patógenos (como los virus) está mediada por respuestas secuenciales coordinadas: la inmunidad innata y la inmunidad adaptativa. La inmunidad innata es esencia para defendernos contra los microorganismos en las primeras horas o días siguientes de la infección. Después de este tiempo se desencadenan las respuestas inmunitarias adaptativas, que se desarrolla como una respuesta a una infección a la que se adapta.
Dentro de la llamada inmunidad adaptativa existen dos tipos de respuestas: la inmunidad humoral y la inmunidad celular, ambas actuarán para luchar contra los microbios. La inmunidad humoral lo hará a través de los anticuerpos producidos por los linfocitos B, presentes en la sangre y en las secreciones mucosas.
La inmunidad celular, por su parte, está mediada por los linfocitos T, en la inmunidad celular, los microorganismos y sus toxinas son atacados directamente por células. Los linfocitos T, una vez activada la respuesta inmune van a dar lugar a linfocitos T de memoria, de forma que, en futuras infecciones con el mismo microorganismo, el organismo podrá reconocerlo y actuar de forma más eficaz y rápida. De la misma forma que los linfocitos T, los linfocitos B también producen células de memoria, que facilitan una respuesta inmune ante una infección.
Investigaciones recientes han demostrado que aquellas personas que han superado la Covid-19 por infección natural han desarrollado una buena memoria de anticuerpos frente al virus durante los 8 meses después de la infección.
Por otro lado, la inmunidad celular de la que ya hemos hablamos, es la que protege de una infección severa por Covid-19 cuando ya no existen anticuerpos generados por la inmunidad humoral. En un estudio reciente Científicos del Instituto de Investigación del Sida (IrsiCaixa) han demostrado que las personas que no han producido anticuerpos contra el virus a pesar de haber pasado la Covid-19 pueden combatir el virus gracias a la inmunidad celular.
En este sentido, otro estudio publicado en la revista Science apuntó que los anticuerpos IgG fueron más abundantes durante más de 6 meses, y las células B (Inmunidad Celular) fueron más abundantes a los 6 meses de la aparición de los síntomas.
Una persona vacunada podría contagiar la enfermedad, dado que una persona vacunada está protegida frente a la enfermedad, pero no frente al virus. Esto quiere decir que, podemos contagiarnos sin síntomas y continuar siendo portadores, y, por tanto, transmitir el virus. Esto quiere decir que, únicamente la inmunidad colectiva o inmunidad de grupo nos protegerá frente a la enfermedad y también contra el virus.
Una vez se activa la inmunidad individual, en el caso de las vacunas comercializadas a día de hoy, parece que estas no inhiben completamente la replicación del virus en las mucosas de las vías respiratorias.
Entonces ¿de qué protege la vacuna? las vacunas aprobadas por la Unión Europea para hacer frente a la pandemia, han demostrado proteger frente a la enfermedad, lo que evita la sintomatología grave que produce la infección, y reduce las consecuencias de esta en el organismo. Estas vacunas, independientemente de la tecnología que utilizan tienen como objetivo enseñar a nuestro sistema inmunitario a reconocer y luchar contra el virus sin enfermarnos, pero no pueden evitar que estemos en contacto con él.
Cuando nos vacunamos contra la Covid-19 generamos anticuerpos contra una parte específica del virus, dado que las vacunas se crean para desarrollar inmunidad contra una proteína o varias del virus.
Esto quiere decir que los ensayos que están basados en identificar anticuerpos generados contra una parte distinta no darán un resultado positivo en un paciente vacunado. Por ejemplo, si un ensayo está basado en identificar la proteína nucleocápside del virus, nos vacunamos de la vacuna de moderna (que incorpora el material genético del virus, para que exprese la proteína spike en el organismo, sin expresar el resto del virus), este test no identificará anticuerpos, puesto que la proteína nucleocápside no se ha aparecido en ningún momento.
Por ello es especialmente importante conocer qué información nos va a aportar cada tipo de ensayo serológico.
Desde Immunostep realizamos un estudio entre individuos vacunados con vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Se realizó una comparación de las respuestas IgG e IgA contra los cuatro antígenos del SARS-CoV-2 de 65 individuos vacunados y se comparó con la de los individuos infectados naturalmente. Como se esperaba, los individuos vacunados sólo mostraron reacción a los antígenos S y RBD, y la IgG fue el isotipo predominante en los vacunados mientras que los sueros de los donantes infectados naturalmente presentaban anticuerpos contra los cuatro antígenos virales.
Gracias a este ensayo podemos confirmar que sólo se producen anticuerpos frente a la proteína empleada en la vacuna, mientras que en una persona que ha sufrido la infección, también se generan anticuerpos frente al resto de antígenos incluidos en este test.
Se puede conocer si has estado contagiado por covid-19 a través de las pruebas de anticuerpos, o pruebas serológicas. Las pruebas serológicas son aquellas que detectan los anticuerpos generados como resultado de una respuesta inmunológica de nuestro organismo para luchar contra un organismo patógeno, en este caso, un virus.
Existen dos grandes grupos de test serológicos que detectan diferentes tipos de anticuerpos: los de autodiagnóstico y los que requieren un análisis en laboratorio. En ambos casos se busca identificar inmunoglobulinas de diferentes tipos (IgG, IgA, o IgM) generados por los linfocitos B en nuestro organismo. Existen, además, test cualitativos (que te dicen si tienes o no anticuerpos) y test cuantitativos (que además, te dice el número de anticuerpos generados).
En este sentido, es importante saber que los test serológicos se crean para detectar la respuesta de tu organismo contra proteínas específicas del virus (por ejemplo, la proteína S o la proteína N en el caso del sars-cov-2. Cada una de esas proteínas aportan diferente información sobre la respuesta inmune, y depende de si has sido vacunado o si has pasado una infección natural, deberá ser analizada una proteína u otra.
Todavía no está determinado de forma precisa el tiempo que nos protegen los anticuerpos, y el papel de los linfocitos T en la defensa a largo plazo, aunque parece que estos podrían actuar lo suficiente para mantenernos a salvo, es importante saber que es posible contagiarse de nuevo si el número de anticuerpos que hemos generado no es suficiente. Esta información se puede conocer gracias a los test serológicos cuantitativos, que nos van a decir cuántos anticuerpos tenemos y por tanto, si continuamos los suficientemente protegidos.
Las personas vacunadas contra la Covid-19 pueden donar sangre sin problema, donar sangre después de recibir una vacuna contra la covid-19 no reduce la protección de la persona que dona, y no existe razón alguna para evitar dicha donación.